...con el viento...

Te encontré dormida y en silencio, respirando reposadamente sobre tu mesa de noche. La máquina de escribir con el papel en blanco. Te veías tan tierna, tan indescifrablemente bella, que no me atreví a despertarte. No quería perturbar tu sueño, donde seguramente te dedicabas a buscarme. Aún así, no me marché sin antes entrar por tu nariz, recorrer tu sangre y salir por tu boca. Fui un suspiro adormilado para ti. Fui aire por un momento, tan indispensable como tú lo eras para mí.

El Fenix...

Estoy triste, estoy en duelo… cierren las ventanas, las cortinas también… apaguen las velas, y cierren las recamaras. Ya no hay nada aquí, solo la caja que tengo en mis manos; no habrá mas canciones ni susurros; se terminaron las hojas coloreadas y el café también… se acabo todo. Solo una caja llena de experiencias, caricias y recuerdos de amor. Es mágico observar como se quema todo esto; las cenizas se funden en mis labios, en mi garganta, en mis ojos, por toda mi piel; en la sangre que corre por mis arterias… me quema, me duele; se funde todo a mi esencia hasta que me fragmentan por completo. El viento me saca cuidadosamente de ahí y cierra la puerta con respeto y cuidado al salir… solo unos segundos después; que en realidad se sufren como años; algo parte el cielo. Es un rayo de sol… estoy vivo de nuevo; el sol me da en la cara, el viento me toca los labios y susurra en mi oído. Hay que seguir -me dice- confía, que yo y el, siempre estaremos aquí.

Fernando Arroyo.